En el Carnaval de 2003 sentí un gran deseo de desfilar por las calles con una pancarta, pero como buen brasileño, lo dejé todo para última hora. Apenas el viernes empecé a construir mi pancarta con tubos de plástico PVC, tela blanca de una bolsa de panadería, solo faltaba la pintura para grafitear. Llegué muy tarde al taller de pintura y las puertas estaban cerradas, solo volverían a abrir después del Carnaval.

Apesar de mi insistencia, el vendedor no quiso hablar conmigo y me cerró la puerta en la cara... No sabía que, a partir de ese hecho insólito, estaba naciendo un nuevo bloque del carnaval de Recife: el Bloco do Nada (Bloque de la Nada). Hoy, 15 años después, la Nada se ha convertido en un punto de encuentro para cientos de juerguistas el lunes de Carnaval. Un bloque que refuerza cada vez más el carnaval de calle, en contra de la tendencia actual de los gestores de cultura en reforzar la mercantilización de la mayor fiesta popular de Pernambuco.

Por desgracia, la propuesta de descentralizar los espacios de expresión de la cultura popular está sufriendo un revés. Mientras las grandes atracciones artísticas nacionales reciben presupuestos millonarios, las atracciones locales de cultura popular, algunas de las cuales existen desde hace más de 100 años, reciben presupuestos tan pequeños que no cuentan con el apoyo del gobierno.

Está muy claro: las grandes empresas de publicidad y las grandes productoras solo piensan en los grandes beneficios, nunca en valorar la cultura popular. Quien mira la pancarta totalmente blanca del "Bloco do Nada", se equivoca, porque la Nada tiene contenido. Descubrí que la Nada lo tenía todo. Que tiene el potencial para no dejar morir la fiesta de la calle.

Traducción: Mónica Hurtado