La movilidad urbana es una discusión que involucra varias esferas sociales: entre más autos y motocicletas haya en las calles, la movilidad se hace cada vez más difícil. La movilidad es el gran desafío de las ciudades contemporáneas en todas partes del mundo. La elección del automóvil, que parecía la respuesta más eficaz del siglo XX a la necesidad de transporte, ha provocado la parálisis del tráfico, una pérdida de tiempo y de combustible, que por cierto tuvo el mayor aumento de la historia debido a la devaluación de las acciones de Petrobras a raíz de los escándalos de corrupción, además de los problemas ambientales de la contaminación atmosférica y el uso del espacio público. En Brasil, la flota de automóviles y motocicletas creció un 400% en la última década.

Vivo en Feira de Santana, el gran cruce de carreteras del Norte y el Noreste. Todos los barrios están relativamente cerca del centro de la ciudad, lo que no justifica el tráfico caótico que enfrenta la ciudad. Para poder llegar al trabajo a tiempo, necesito salir de casa muy temprano. También tengo que aprender a lidiar con la imprudencia de la mayoría de los conductores, esquivar las motocicletas que aparecen de la nada y prestar atención a los autobuses, que no siempre respetan sus carriles. La bicicleta sería una opción que beneficiaría la salud y el medio ambiente y optimizaría el tiempo, pero mi ciudad no tiene carriles para bicicletas, y el robo de bicicletas es muy común.

En mi ciudad, el cielo se está poniendo gris incluso en días soleados, se puede ver el hollín en la ropa al final del día. No quiero dejar este escenario para mis hijos. Pero para que la gente tome conciencia y deje sus autos en casa, es necesario invertir en el transporte y las carreteras públicas. Implica la implementación de sistemas que utilicen los ferrocarriles, autobuses limpios e integren los carriles para bicicletas. La movilidad urbana también requiere aceras cómodas y niveladas, sin agujeros ni obstáculos, porque los peatones y los usuarios de sillas de ruedas son las mayores víctimas de esta crítica situación. Sólo así podremos reducir el rugido de los motores, y las calles ya no serán pasillos, sino lugares de encuentro de nuevo.

“Traducción hecha por Daniel Gil, estudiante de traducción de la Vrije Universiteit Brussel”